En todas sus encarnaciones posibles, los indignados retornaron ayer en masa a la Puerta del Sol
En
todas sus encarnaciones posibles, los indignados retornaron ayer en
masa a la Puerta del Sol. Allí estaban todos empujando un ingente y
resentido memorial de agravios. Viejos revolucionarios y sus aprendices;
maestros «recortados»; jóvenes que han estudiado y no encuentran
trabajo, junto a los que evidentemente no quieren ni lo uno ni lo otro;
pensionistas «congelados»; visionarios de un mundo mejor; elementos de
extrema izquierda y familias que se sienten estafadas por el «statu
quo». Sin olvidar aquellos que reniegan tanto de la economía de mercado
como de las reglas del juego político en una sociedad democrática.
«En
realidad nunca nos hemos ido, la gente está equivocada», afirma Lázaro
Sola, de setenta años y boina con estrella roja. «Yo he estado aquí
desde el primer día, y dígame usted qué movimiento como el del 15 de
Mayo consigue en cinco meses lo que hemos conseguido nosotros», explica
el veterano activista, orgulloso de verse rodeado por decenas de miles
de personas subiendo desde la plaza de Cibeles por la calle Alcalá hasta
Sol. «Ahora trato de solucionar la vida mis nietos», decía el hombre.
Al
lado, un grupo de jóvenes lucía banderas tricolores y camisetas con el
icono del Ché Guevara. Un «look» que según ellos «simboliza todos los
derechos que no tenemos y queremos tener, aunque ahora mismo no estamos
pidiendo la república». Presumiendo de haber pernoctado en Sol, estos
estudiantes de bachillerato «anónimos» insistían en que «nadie nos ha
hecho caso y por eso volvemos a la carga», pero dentro de un ambiente
festivo, con el aroma inconfundible a porros y sin planes para volver a
ocupar el «kilómetro cero» de Madrid.
Juan,
que se declaraba de profesión editor, repartía minipancartas con
ingeniosas consignas y un visible objetivo: «En las manifestaciones,
cuando no hay carteles parece siempre que hay menos gente». Aunque en su
opinión el poder de convocatoria demostrado ayer por los indignados no
se podía poner en duda. A su juicio, sobran razones para volver a Sol,
pero «la fundamental es el paro provocado por unas políticas en las que
unas personas ganan mucho dinero y otras sufren unas vidas que son una
auténtica desgracia».
Consignas
Mientras
activistas del llamado «Partido Azar» promovían, «como en la Atenas
clásica», la idea de repartir por sorteo todos los cargos públicos, un
corrillo cercano aplaudía a un anciano peliculero que con una enorme
armónica alternaba la interpretación del himno de Riego y la oda a la
libertad de Beethoven. Todo ello, entre un desfile de consignas como
«Violencia es cobrar 600 euros»; «Democracia, ¿dónde estás?»; «Gane
quien gane, nosotros perdemos»; «Recortar; robo legal»; «Organiza tu
rabia»; «Manos arriba, esto es un contrato»; «Cría ricos y te comerás
sus crisis» y «No me gusta que ganen los malos».
La
jornada de protesta pacífica en Madrid, con insistencia en que «somos
el 99 % frente al 1 %», se ha visto replicada en más de medio centenar
de ciudades españolas bajo el lema de «Unidos por el cambio global», con
manifestaciones a favor de «otro mundo posible» que han sumado a
cientos de miles de personas desde Barcelona a Sevilla, pasando por San
Sebastián o Palma de Mallorca.
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