Toda esa ambigüedad y
simulación dificultaban que la inconformidad existente se precisara con
claridad. La crítica era mantenida a raya, y quien se atrevía a evadir
el control y decir una opinión que no halagara al gobierno, era tratado
simplemente como enemigo de este. Para el ciudadano común, no era fácil
distinguir si cada situación injusta era determinada estructuralmente, o
estaba en espera de su turno para solucionarse, como afirmaba (y
afirma) el discurso gubernamental. La ubicuidad agobiante de los
instrumentos del poder en cada aspecto de la vida lograba el objetivo de
mantener el control de la población, pero no evitaba la presencia de
una semilla de sentimiento antiautoritario latente en las mentes de la
gente. Para que esa dura semilla germinara, ayudó la personalidad
excepcionalmente repulsiva del presidente Días Ordaz, que aumentaba la
percepción de lejanía del gobierno que sentía el pueblo.
Los
estudiantes resultaron ser el segmento de la población en que reventó la
presión provocada por la estructura de control del gobierno. El
contacto que tienen con las grandes obras del pensamiento, su carencia
de dependientes económicos y la brevedad de la trayectoria que apenas
han dado a su vida, son algunas de las circunstancias que hacen más
rebeldes a los jóvenes dedicados al estudio.

El movimiento. Hay crónicas y cronologías suficientes de los sucesos que se conmemoran. Estos son los hechos resumidos: juego de futbol entre dos escuelas preparatorias que termina en pleito, intervención violenta del cuerpo de granaderos, protesta de estudiantes solidarios, que exacerba el ánimo de la marcha conmemorativa del asalto al cuartel Moncada en Cuba. Escalada de represión y protestas, que escapa al control de las autoridades, que además estaban divididas por la ambición de la sucesión presidencial. El liderazgo estudiantil se formaliza en el Consejo Nacional de Huelga (CNH). Cierre de las universidades, tomas y liberaciones de estas por el ejército, el rector de la UNAM encabeza una de las mayores manifestaciones. Desdén por "la mano tendida" del presidente y envío de negociadores del gobierno hasta el mismo 2 de octubre. Se aproxima la inauguración de la olimpiada, que atraerá la atención y los medios de comunicación mundiales, y en el gobierno crece la desesperación. Alguien planea la aprehensión de los líderes en una manifestación que precedería a una marcha. Francotiradores, batallón Olimpia y el ejército actúan simultáneamente, en una acción tan torpe que termina con el ejército disparando a estudiantes inermes. Después, la represión, simple y llana. El lema de la olimpiada: "Todo es posible en la paz".
Los propósitos del movimiento no se entenderían con
solo revisar el pliego petitorio del CNH -supresión del cuerpo de
granaderos, destituir a los jefes policiacos, derogar el delito de
sedición, salida del ejército de las universidades, libertad a presos
políticos--. Se perseguían anhelos que no se expresan explícitamente,
pero se perciben en la espontaneidad del apoyo al movimiento, en el
éxito de marchas multitudinarias, tomas del zócalo, en las guardias,
asambleas, pintas y mítines. Ese propósito tiene que ver con la
sensación primitiva de desafío al prepotente, la percepción de alterar
el destino, y el triunfo interno de cumplir con el dictado de la
conciencia. Sin duda pudieron haber líderes con propósitos mezquinos,
pero no alteraron la esencia libertaria del "68" mexicano.
CONSECUENCIAS
El lento viraje de la historia
El
presidente asumió la responsabilidad de las acciones gubernamentales en
1968. No hacía falta hacerlo, en un régimen de las características del
que presidió. En cuanta oportunidad tuvo, expresó su orgullo por haber
salvado al país de siniestros conspiradores internacionales y
nacionales, ajenos a la historia y anhelos nacionales. A quien tuvo la
posibilidad de culpar lo hizo su sucesor, pues tal poder tenía. No
cambiaría el país en los dos años restantes de ese sexenio.
El
secretario de Gobernación de Días Ordaz, Luis Echeverría, fue el
siguiente presidente. Pronto tuvo la oportunidad de mostrar su vocación
represiva. Aunque nadie esperaría que tolerara las guerrillas y la
subversión que nacieron entonces, en gran parte nutridas por el "68" y
la represión consecuente, su gobierno fue más notorio en el trabajo para
remediar los conflictos que en su prevención. Se ampliaron, sin
embargo, los espacios educativos superiores y se hizo una difusa
"apertura democrática". Tan lamentable era la situación de la política
nacional que el siguiente presidente se eligió sin ningún contrincante
registrado.
A partir de los 70's tuvimos reformas políticas para
incluir a partidos marginados, lento crecimiento de la oposición, que
llega a tener triunfos que cuando eran importantes no se reconocían. Un
candidato presidencial contrario al oficial fue despojado del triunfo, y
el presidente usurpador se ve obligado a ofrecer un cambio democrático,
lo cual cumple forzadamente y en lo mínimo posible. A tirones se le
obliga a profundizar las reformas, llegan los primeros gobernadores de
oposición, y aunque el siguiente candidato presidencial oficial gana con
amplio margen y en forma más aceptable que los anteriores, llega de
nuevo ofreciendo otra reforma electoral y política. A partir de ella
empieza a ser frecuente el triunfo de partidos opositores. Nadie en
México está satisfecho con el país como es ahora, pero es muy distinto
al de 1968.

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