escrito por Paco Gimenez Nadal
09 de enero de 2012
Irrita saber que la chilena Camila Vallejo y la guatemalteca
Rigoberta Menchú van el sábado a certificar los éxitos de Rafael Correa
en Ecuador. Lo harán, mientras decenas de líderes indígenas están
encarcelados por “terrorismo” y ante un presidente conservador y
ególatra que aprovechará la celebración de sus 5 años en el poder para
lanzar su candidatura a la reelección.
Por Paco Gómez Nadal . Otraamérica
Defendía hace unos meses el viceministro para la Descolonización del Gobierno de Bolivia, Féliz Cárdenas, que “La
izquierda siempre fue colonial y dependía de lo que dijera Marx,
Habermas o Trotsky. Era una izquierda colonial que pensaba igual que la
derecha respecto a los ‘indios’: que eran un lastre para el progreso
social”. Igual pensaba, medio siglo antes, el fundamental
intelectual afro de Martinica Aimé Césaire, cuando ya en 1956 le remitió
una carta pública a Maurice Thorez, presidente en aquel entonces del
Partido Comunista Francés, comunicándole su renuncia al partido y una
dura crítica a la mirada colonial de éste sobre la realidad de
Martinica, pero también sobre la de Argelia o de otros territorios
coloniales de Francia. Césaire destaca, entre los defectos de PCF, “su
chovinismo inconsciente; su convicción a penas primaria –que comparten
con los burgueses europeos- de la superioridad omnilateral de Occidente;
su creencia en que la evolución tal como se ha desarrollado en Europa
es la única posible; la única deseable; su creencia, raramente confesada
pero real, en la Civilización con mayúscula; en el Progreso con
mayúscula”.
Y parece cierto. La izquierda clásica latinoamericana sigue queriendo ser europea o confunde, aún peor, cualquier gesto antiimperialista con ser de izquierdas. Llevo peleando desde hace años con quienes aseguran que Rafael Correa es un presidente progresista o de izquierdas. También me parece una falta de respeto para los que genuinamente son de izquierdas defender que Daniel Ortega lo es.
Que fuera el líder designado de una revolución hermosa no significa que
su involución mental y política (vestido de rosa y abrazando cirios) no
le da patente de corso izquierdista haga lo que haga.
Ser nacionalista, populista, hacer negocios con Hugo Chávez o recibir al presidente de Irán no es ser de izquierdas.
Tampoco lo es morir durante una intervención de Estados Unidos o la
OTAN o a mano de unos salvajes con razones o sin ellas (véase los casos
de Sadam Husein o de Gadafi).
Las cosas son tan complicadas y los intereses tan complejos
que a la toma de posesión ilegal de Daniel Ortega asistirán Chávez y
Ahmadineyad y se sentarán junto al ilegítimo representante del estado
español, el autodenominado príncipe Felipe, o junto al derechista
presidente de Panamá, Ricardo Martinelli.
Por eso es especialmente decepcionante la presencia en otro
acto, el de la celebración de la -llamada por el poder- como “Revolución
Ciudadana” de Ecuador, de las lideresas Camila Vallejo y Rigoberta
Menchú. La primera, la cara internacional del movimiento
estudiantil chileno, va feliz este sábado a Cuenca (Ecuador) a sentarse
al lado de un presidente que ha reprimido la protesta social y que hace
unos meses declaró: “Yo soy progresista en economía y en cuestiones
sociales pero como practicante no puedo aceptar el aborto ni el
matrimonio entre personas del mismo sexo. En el terreno moral soy muy
conservador porque soy católico practicante”. Camila Vallejo acaba de
presentar su libro Podemos Cambiar el Mundo, pero así, Camila… no se cambia, sólo se perpetúa el poder personal y populista.
La premio Nobel de la Paz e indígena guatemalteca saludará y
festejará a un presidente, Rafael Correa, que mantiene a decenas de
indígenas detenidos como “terroristas” (‘Terroristas’ de la Pacha Mama) por defender sus territorios ante el avance del proyecto extractivo del Gobierno y las transnacionales en Ecuador.
Los tiempos cambian y las trincheras son móviles, pero confundirse en los apoyos que legitiman es un error imperdonable.
Si hay proceso descolonizador de instituciones y mentalidades, será
fundamental descolonizar a la izquierda latinoamericana (ya que lograr
eso con la Europea es imposible). La verdadera nueva izquierda
latinoamericana no está sentada en los palacios de gobierno de Caracas,
Quito o Managua, está luchando en los territorios mapuche, en las calles
de Santiago o de Tegucigalpa, en las selvas amazónicas o en los
machacados Andes… menos fama y más agallas para inventar opciones
propias no copiadas, no herederas de la mirada marxista europea (tan
desarrollista e industrializante como la capitalista).
Ya insistía en ello en una entrevista a Otramérica María Galindo, de Mujeres Creando, refiriéndose a Bolivia (pero aplicable a toda la región): “La izquierda latinoamericana no ha entendido a las sociedades latinoamericanas.
La boliviana se aferró a un análisis de clase ortodoxo y vivió desde
ese rincón una profunda derrota fruto de sus propias taras ideológicas.
En el caso del feminismo, la izquierda boliviana es profundamente
machista, tanto como la derecha. Por eso nosotras tenemos un graffiti
que dice: “No hay nada más parecido a un machista de derecha que un machista de izquierda” (“No se puede descolonizar sin despatriarcalizar”).
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