Walsh vestía una guayabera beige de tres bolsillos, sombrero de paja,
zapatos marrones, llevaba anteojos y un reloj Omega. En un portafolio
cargaba con su “Carta abierta a la Junta Militar” y el boleto de
compra-venta de su casa de San Vicente. Tenía en sus manos, además, la
bolsa que tocó antes de recibir la balacera. Estaba armado con un
revolver marca Walther, modelo PPK, calibre 22.
Sabía que lo buscaban
Usaba una cédula con nombre falso. Por aquellos días, Rodolfo Walsh
era a la vez Noberto Pedro Freyre. Y viceversa. Dos detenidos de la ESMA
que habían sido llevados por sus captores al operativo de la avenida
San Juan lo vieron todo. Muchos más testigos aseguraron haber visto en
la ESMA al cuerpo de Walsh, que hoy está desaparecido.
Un sobreviviente de ese centro clandestino de detención, Héctor
Coquet, contó que durante su cautiverio un policía le dijo esto: “Hoy
bajamos a Walsh en una cita. Se parapetó detrás de un árbol y se
defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía, el hijo de puta.”
En la madrugada del 26 de marzo de 1977, con Walsh ya muerto, los
hombres de la ESMA salpicaron con ráfagas de balas el frente de su casa
de San Vicente. Entraron. No había nadie. Robaron. Se llevaron, entre
otras cosas materiales, literatura de Walsh, inédita. Se conocen algunos
de los títulos de esos escritos: “Juan se iba por el río”, “El aviador y
la bomba”, una carpeta llamada “Las memorias” y otra “Los caballos”.
La reconstrucción de estos hechos está copiada de manera casi literal
de la sentencia del Tribunal Oral Federal N°5 de la Capital que llevó
adelante uno de los juicios por los crímenes de lesa humanidad cometidos
en la ESMA durante la última dictadura.
Por el asesinato y el robo de bienes de Walsh, solo uno de los muchos
casos investigados en ese juicio, fueron condenados a prisión perpetua
los represores Jorge Acosta, Antonio Pernías, Alfredo Astiz, Jorge
Rádice, Ricardo Cavallo y Simón Weber. Juan Carlos Fotea recibió una
condena de 25 años de cárcel. Fueron absueltos Pablo García Velazco,
Juan Carlos Rolón y Julio César Coronel. Hay dos prófugos: Roberto
González y Pedro Salvia.
Patricia Walsh, hija de Rodolfo, dijo a Clarín que apelará las tres
absoluciones. Y que presentará un escrito para que se investigue el
predio conocido como el campo de deportes de la ESMA, donde ella cree
que está enterrado el cuerpo de su padre. Los jueces Daniel Obligado,
Ricardo Farías y Germán Castelli determinaron que quedó “legalmente
acreditado” que Walsh fue asesinado y despojado de sus bienes por el GT
3.3.2 de la ESMA del modo en que se cuenta en esta nota.
Para la Justicia, uno de los testimonios “relevantes” del caso Walsh
fue el de Miguel Ángel Launetta, un sobreviviente de la ESMA. Contó que
el 25 de marzo de 1977 fue llevado por sus captores al operativo
iniciado para capturar a Walsh junto a otro cautivo de los represores,
Oscar Paz. Fue Launetta quien reveló los detalles de ese ataque.
Coincidió con otros testigos en que fue otro detenido en la ESMA,
llamado José María Salgado, alias “Pepe”, quien habría confesado, bajo
tortura, los datos con los que los represores engañaron a Walsh
armándole una cita falsa. Salgado había sido capturado por los militares
el 12 de marzo de 1977. Se presume entonces que estaba en libertad
cuando acordó un encuentro con Walsh. En el medio cayó preso. No pudo
ir. Fueron otros. Lilia Ferreyra, pareja de Walsh, estaba con él cuando
el 25 de marzo al mediodía, desde la estación Constitución, confirmó por
teléfono que se vería con “Pepe”. Vio por última vez a Walsh en la
calle Brasil. Desde allí él siguió solo hasta San Juan y Entre Ríos. El
26 de marzo, la hija de Walsh, Patricia, su marido de entonces, Jorge
Pinedo, y sus dos hijos, fueron a la casa de San Vicente porque iban a
comer un asado con el escritor. Ella vio de lejos que la parrilla no
echaba humo. Pensó que algo había pasado. Sí.
Título original: “La cita falsa que llevó a Walsh a una trampa y a morir acribillado”
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