Dorso

viernes, 5 de agosto de 2011

La indignación del Banco Santander

Alberto Montero Soler 4 de agosto.
Al parecer, el Banco Santander tampoco ha podido mantenerse al margen de las justas reivindicaciones del movimiento 15M. Su consejero delegado, Alfredo Sáez, acaba de plantear en la presentación de los resultados del segundo trimestre de 2011 de la entidad que, para tratar de lavar su imagen corporativa y mejorar la percepción social de la ciudadanía en lo que a sus prácticas se refiere, van a adoptar medidas con sensibilidad social. En sus propias palabras, para que luego no digan que las tergiverso con las mías, Sáez dijo: “Hemos pensado que tenemos que actuar para mejorar la imagen y la percepción que tienen algunos segmentos de la población, y, sobre todo, los jóvenes".
En concreto, Sáez anunció que ofrecerá un periodo de carencia de tres años sobre los préstamos hipotecarios concedidos para adquisición de su vivienda habitual a aquellas personas que se hayan quedado en paro o hayan visto reducidos sus ingresos en más de un 25%. ¿No se os inflama el pecho de emoción y brota una lágrima furtiva de vuestros ojos?
Pues esperad a saber que, además, ese anuncio lo ha hecho el día que daba a conocer que sus beneficios habían caído en un 21% durante este semestre. ¡Ahora sí que podemos llorar como descosidos! ¿Puede haber solidaridad más conmovedora que la que se da entre los que lo están pasando mal?
Dicho lo cual, a uno no le queda más remedio que plantearse algunas cuestiones porque, que se sepa y hasta la fecha, los banqueros no han sido precisamente un colectivo que haya destacado por su especial sensibilidad social. ¿Cómo puede volverse el lobo oveja de la noche a la mañana?
Y mira por dónde que ese mismo día Sáez informaba de que la tasa de morosidad de la mayor parte de su entidad, la Red Santander, supera ya el 6,73%, es decir, se encuentra dos puntos por encima de los mismos niveles que presentaba hace apenas un año, cuando se afirmaba, con obtuso optimismo, que para finales de 2010 la tasa de morosidad llegaría a su techo. Es más, la tasa de morosidad del Santader, aunque esto no lo dijo, es la más elevada entre los grandes bancos españoles (la de BBVA, su gran competidor, se sitúa para ese mismo periodo en el 4%).
Por tanto, el panorama que se le presenta a la institución no puede ser más sombrío dado que el incremento de la morosidad tiene una doble dimensión que repercute directamente sobre sus beneficios.
Por un lado, es más que esperable que el mismo se traduzca en un incremento de las ejecuciones hipotecarias, con el consiguiente retorno de esos activos, ya depreciados, al balance de las entidades financieras, lo que le obliga a dotar la correspondiente provisión por la pérdida de valor de los mismos. Baste con tener en cuenta, al respecto, que durante el primer trimestre de 2011 casi 15.500 familias fueron desahuciadas de sus hogares y que el número de ejecuciones hipotecarias aumentó en un 36,3% con respecto al mismo período del año anterior. Esas ejecuciones vienen a sumarse a las más de 93.000 que se efectuaron en 2010, año para el que el número de ejecuciones se multiplicó por cuatro con respecto a 2007, cuando comenzó la crisis.
Y, por otro lado, el incremento de la morosidad también le obliga automáticamente a dotar de mayores reservas para créditos morosos, con la inmediata repercusión sobre la cuenta de resultados.
Ante un escenario cada vez más complicado, la medida de establecer un periodo de carencia de tres años les permite evitar la ejecución hipotecaria, con el consiguiente retorno del inmueble al activo de la entidad; pero, además, dado que se trata de una carencia sobre el capital y no sobre los intereses, le permite incrementar la rentabilidad de esos créditos por la vía de alargar los plazos y, de paso, cobrar dos veces intereses por el capital sujeto a la carencia (un pequeño detalle sin importancia, claro). Y eso no es todo, sino que además ese crédito, que de no acogerse a la carencia entraría en mora y debería provisionarse como tal, en el caso de acogerse a la misma está sometido a una provisión de menor cuantía y, por lo tanto, tiene una incidencia también menor sobre los resultados de la entidad.
Así que a nadie le quepa la menor duda: en el Banco Santander están terriblemente indignados y Botín anda gritando que no es un antisistema sino que es el sistema el que está contra él.
Alberto Montero Soler
Profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga.

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