Ràdio Klara
Estos días los
medios de comunicación que habitualmente ponen letra y música a las
preferencias del sistema nos están informando con gran profusión de
detalles sobre las abusivas retribuciones otorgadas a algunos directivos
de las cajas de ahorro “nacionalizadas” por no haber alcanzado los
ratios oficiales de capitalización. Lógicamente, la difusión de esos
escandalosos y multimillonarios “paracaídas de oro” concedidos a altos
ejecutivos de entidades como la CAM, cuarta en el ranking del sector, y
Novacaixagalicia, ambas intervenidas por el FROB (Fondo de
Reestructuración y Ordenación Bancaria), ha tenido como resultado
inmediato la repulsa generalizada de la opinión pública. De esta guisa, y
siempre gracias a la oportuna publicitación de los medios, la
indignación de la ciudadanía he hecho diana sobre las cajas-institución,
contribuyendo a criminalizarlas sin distinguir entre causa y efecto,
entre el todo y las partes. Así se ha generado la demanda social exigida
para culminar el expolio que se estaba produciendo sobre el único
referente de banca pública que quedaba en España tras la privatización
tiempo atrás de la otra banca oficial que competía con la banca privada.
La cosa suena al chusco dicho “qué patada les hemos pegado en nuestro
propio culo”.
Porque a la hora de valorar el nivel de robo social
que representan esas delincuenciales prebendas arrampladas por algunos
gañanes de las cúpulas de las cajas que ahora meritoriamente se
denuncian y lo que supone acabar legalmente con un sector crediticio de
servicio público que cubría más del 45% del sistema financiero, la cosa
no tiene color. El saqueo de verdad está en lo último, aunque todos lo
bendigan, o casi todos. Mientras que el de los mangantes de cuello
blanco, con ser un latrocinio como la copa de un pino, no es sino la
excusa propiciatoria para justificar la demonización de las cajas de
ahorro como esas manzanas podridas que un buen padre de familia debe
eliminar por imperativo de urbanidad. De esta forma, burla burlando,
bajo la batuta del gobierno socialista y el apoyo cómplice del Partido
Popular, hemos asistido a la última gran desamortización producida en
España para beneficio de las clases dominantes y la gran banca
multinacional que tanta responsabilidad tiene en la crisis que
padecemos.
El catedrático de Política Económica de la
Universidad de Barcelona, Antón Costas Comesaña, lo anunció hace unos
meses en un valiente y esclarecedor artículo titulado “El mayor desmán
financiero de nuestra historia”, donde de-construía la trama del expolio
y señalaba a sus cabecillas y responsables. Sostenía el economista,
tras mostrar su perplejidad porque se fuera a entregar “la mitad del
sistema financiero español a precios de saldo y de desguace” (¿recuerdan
el caso Loterías del Estado?) a bancos, inversores privados y “fondos
buitres”, que la medida carecía de la mínima coherencia económica
requerida porque suponía:
“Primero, una concentración desmedida y
una disminución significativa de la competencia bancaria, cuyos
perjudicados serán familias, profesionales y pequeñas y medianas
empresas. Segundo, la aparición de riesgo de exclusión financiera para
personas con baja cultura financiera, que tenían en la proximidad de las
oficinas de las cajas un servicio público que los bancos no prestarán.
Tercero, la pérdida de la Obra Social de las cajas, que actúa como un
segundo Estado de bienestar, al atender a situaciones sociales adonde no
llegaban las políticas públicas. Y, cuarto, la pérdida de un
instrumento de dinamización cultural, especialmente en zonas pobres o
alejadas”.
Era lo que Costas denominaba un “largo camino de
despropósitos” cometido en comandita por legisladores, autoridades,
reguladores, supervisores y las propias cajas”, cada uno desde su propia
responsabilidad: Legisladores, autoridades económicas y monetarias han
puesto un empeño digno de otras causas en liberalizar las cajas para
romper sus fronteras geográficas naturales y dejar que hicieran todo lo
que hacían los bancos. No midieron los riesgos. Esa libertad que se
otorgó a los directivos chocaba con la lentitud de sus órganos de
gobierno a la hora de tomar decisiones en momentos de crisis.
Los
directivos aprovecharon esa liberalización para una expansión
irresponsable y para concentrar las inversiones en inmuebles y suelo.
Como los depósitos de los impositores no daban para financiar la
expansión crediticia, se endeudaron hasta las cejas en los mercados
europeos de capital. Riesgo inmobiliario y alto endeudamiento ha sido un
cóctel explosivo.
Lo más sorprendente es ver cómo el supervisor,
el Banco de España, dejó crecer ese riesgo y endeudamiento. Su labor de
vigilancia y supervisión ha sido manifiestamente mejorable. La
situación actual cuestiona su labor, al menos hasta 2007. No vale ahora
echarle la culpa a la “politización” de las cajas. No puede lavarse las
manos. Alguna explicación merecen los españoles y que la autoridad
bancaria les diga qué hará en el futuro para desarrollar mejor su
función. Las autoridades autonómicas y locales han puesto su grano de
arena. Al buscar una solución en los matrimonios endogámicos han
empeorado la situación. La unión de dos contagiados no da lugar a uno
sano.
Finalmente, el Gobierno ha estado creyéndose durante
demasiado tiempo su propia mentira: que teníamos el mejor sistema
bancario del mundo mundial. Faltó diagnóstico precoz para ver el
contagio y diligencia en la aplicación de la medicina que tenía a mano:
el propio Fondo de Garantía de las Cajas y el FROB. Ahora todo son
prisas y precipitaciones. Y así nos va”.
Pero en su escrito el
profesor no se contentaba con la denuncia pública, esgrimía como salida
positiva para las cajas “la intervención temporal y la depuración de
responsabilidades” para “volver a recuperar su ámbito de negocio
natural”. Lo contrario de lo que finalmente ha ocurrido. Desde la
quiebra de la Caja de Castilla la Mancha ( la que financió a El Pocero y
el aeropuerto de Ciudad Real) hasta las últimas “nacionalizaciones”
nominativas (otra vez se socializan las pérdidas y se privatizan los
beneficios) que afectan a Catalunyacaixa, Novacaixagalicia, Unnim y la
CAM, de momento, con un coste para el erario público de 7.751 millones
de euros (casi la partida de rescate que reclama Grecia en la
actualidad), no se conoce ninguna acción de la fiscalía para esclarecer
la gestión de las cúpulas directivas de las cajas impuestas por el
consenso de los poderes políticos dominantes en sus zonas de actuación.
Una responsabilidad que debería alcanzar a otros órganos colegiados de
control, en donde estaban representados, por ejemplo, CCOO y UGT, que en
la mayoría de los casos fueron convidados de piedra del aquelarre
gerencial. O valieron para que sus miembros se lucraran con créditos
blandos de esas mismas entidades o hicieran de su culiparlante presencia
en las juntas una manera de complementar ingresos (1.000 euros por
cabeza era la dieta de la asistencia en la CAM).
Sin embargo,
como si de una profecía autocumplida se tratara, a lo que hemos asistido
es a un ejercicio de linchamiento hacia las cajas-institución por parte
de las mismas autoridades encargadas de su supervisión y previsión de
riesgos, que ha alcanzado su paroxismo en la afirmación urbi et orbi del
gobernador socialista del Banco de España, Miguel Ángel Fernández
Ordoñez, de que la CAM era “lo peor de lo peor”, que es tanto como
brindar a la afición el descabello de morlaco sin ningún género de
miramientos. MAFO, el economista socialdemócrata que escribía los
editoriales económicos del diario El País en la etapa Aznar; la misma
máxima autoridad española en materia financiera que en plena crisis
afirmara que los parados estaban poniendo en peligro el negocio
bancario.
La gran pregunta es ¿cómo nos hemos dejado embaucar
hasta llegar a poner en almoneda el patrimonio acumulado por varias
generaciones de humildes ahorradores? ¿Cómo hemos permitido que nos
roben las cajas, entidades sin ánimo de lucro que destinaban una parte
de su excedente a obra social? ¿Qué extraño virus ha podido alienarnos
hasta el punto de permitir el expolio de unas entidades que
representaban el nivel local del Estado de Bienestar por su promoción de
servicios asistenciales, de salud, educativos, culturales y desarrollo
regional? La clave vírica está en la información metabolizada. Nos han
dicho y redicho que eran ineficientes, obsoletas y que sólo servían para
que unos cuantos aprovechados hicieran sus agosto. O sea, nos han
facilitado la excusa (en parte cierta) para actuar sin miramientos
contra la institución, y muerto el perro se acabó la rabia.
Una
gran mentira envuelta en cuatro lamentables anécdotas verdaderas para
que los árboles impidan ver el bosque. El verdadero problema es que las
cajas competían con ventaja a los bancos. Eran más eficientes y más
rentables. No lo decimos nosotros. Lo afirma un economista del régimen
que en otra época iba de rojo subido:
“Para dar una idea de la
importancia financiera de las Cajas de Ahorro, baste indicar que sus
depósitos suponen más de la mitad del mercado, por encima de los de la
banca (…) Las cajas obtienen mejores calificaciones en este punto –ratio
de eficiencia- que los bancos (el ratio, sin considerar las
amortizaciones, para 1998, ha sido de 55,2 por 100 para las cajas y de
60,34 por 100 para los bancos). Las cajas son más rentables que los
bancos. En 1997 su ROA (ratio on asstes ) fue 0,88 por 100 frente al de
los bancos, del 0,61 por 100” (Ramón Tamames, Estructura económica de
España, pág.715, 25ª edición, 2008).
Como dejó escrito Víctor Hugo, “detrás de una gran fortuna siempre suele haber un crimen”.
Fuente: http://www.radioklara.org/radioklara/?p=1444

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