Dorso

jueves, 26 de enero de 2012

La trágica muerte de Angelopoulos.


Por Marcelo Stiletano | LA NACION

Con la trágica muerte de Theo Angelopoulos, el cine griego pierde a su máxima figura a lo largo de las últimas cuatro décadas, un realizador cuya obra densa, profunda, rigurosa, y también discutida, recorrió con éxito los más importantes festivales del mundo.
A partir de una sólida formación cultural y universitaria adquirida en Francia, donde obtuvo un título en letras, recorrió un camino caracterizado en sus films por la parsimonia, la morosidad, el empleo de vistosos planos secuencia y los silencios (muchas veces incómodos y exasperantes) cargados de intención alegórica.
Angelopoulos murió anteanoche, luego de ser arrollado por una motocicleta policial mientras cruzaba una calle del barrio ateniense de Keratsini, cerca del puerto del Pireo. Fue trasladado a un hospital de las cercanías, donde se produjo el deceso pocas horas después.
A los 76 años (había nacido en la capital griega el 27 de abril de 1935) se preparaba para rodar un testimonio fílmico sobre la grave crisis económica que atraviesa su país, en línea con la atenta y sensible mirada que siempre le brindó en el arte y en la vida a la conflictiva realidad social y política de Grecia y las muchas veces tensas relaciones con su entorno. "Europa era un sueño que se desplomó con gran rapidez", reconoció hace unos meses. El proyecto retomaba una trilogía que inició en 2004 y mostró el aspecto más político del realizador, que nunca ocultó la influencia del marxismo en su obra.
Angelopoulos deja una obra admirada y rebatida por igual. Prefería retratar una Grecia opaca y gris, ajena al colorido espíritu de las postales turísticas. Culto y de mirada pesimista, confiaba más en la abstracción que en la intensidad de los sentidos para expresar sus sentimientos y búsquedas intelectuales, con resultados que para algunos alcanzaba admirables cumbres expresivas y poéticas y para otros no era más que la demostración de una ampulosidad sin sentido que llevaba inexorablemente al tedio.
Lo que nunca se discutió fue el refinamiento formal de su obra, la riqueza de las referencias simbólicas de las que se valía en sus películas (de la poesía y las ideologías de izquierda al cine de la Nouvelle Vague) y su sensibilidad para hallar en grandes actores (Marcello Mastroianni, Gian Maria Volonté, Harvey Keitel, Willem Dafoe, Bruno Ganz) a los intérpretes de sus películas más apreciadas. La mirada de Ulises , La eternidad y un día , El apicultor y Megalexandros le dieron a Angelopoulos una consideración internacional que también se extendió a nuestro país.

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